Mostrando las entradas con la etiqueta papá. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta papá. Mostrar todas las entradas

jueves, agosto 25, 2022

ENTREGA COORDINACIÓN: 2023 - EL AÑO SEÑALADO - CENTENARIO MANUEL MEJÍA VALLEJO

 ENTREGA COORDINACIÓN

“2023: EL AÑO SEÑALADO” 

CENTENARIO MANUEL MEJÍA VALLEJO

A LA BIBLIOTECA PÚBLICA PILOTO


​​En 2003, sin pensar en lo que esto iba a significar para mi vida, a mi abuela, Dora Ramírez y su pareja de baile se les ocurrió hacer un montaje y mi madre sugirió montar Aire de Tango como un musical. Éste tuvo más de 100 funciones en Colombia, Venezuela, Argentina y España.

A finales de ese año Fanny Mikey lo vio en el Teatro Pablo Tobón Uribe y, entre lágrimas, nos invitó al IX Festival Iberoamericano de Teatro, en 2004, convirtiéndonos en el único grupo invitado especial, es decir, sin convocatoria de ese año. Hicimos 5 funciones con lleno total y gran éxito, en una carpa producida por Joaquín Valencia.

Allí cambiaría mi vida por siempre, pues conocí a Federico Sierra, quien tuvo la idea de trabajar por la obra de mi padre creando la agonizante Fundación Manuel Mejía Vallejo. Yo pensé que este trabajo iba a ser algo de 2-3 años y se convirtió en una larga y vertiginosa historia de casi 20 años, con tantos altibajos como no es imaginable. Han pasado miles de cosas bellas, terribles, trágicas, cómicas, tragicómicas muchas de ellas, ley de la república y sus complejidades, personajes increíbles…

Y es por esto que soy yo quien lidera esta entrega:


2023: EL AÑO SEÑALADO

CENTENARIO DE MANUEL MEJÍA VALLEJO

Esta reunión es una reunión de amigos por una causa: celebrar el centenario de quien no sólo es uno de los escritores más importantes del siglo XX, sino uno de los amigos más fieles, gestor cultural incansable, ácido crítico de la realidad, fervoroso creyente en el talento y en la necesidad de apoyarlo, pues su compromiso con el territorio y la sociedad es incuestionable. Asombroso asunto ése de perpetuarse en una obra que hace que al hablar de él en presente aunque haya muerto, pues su obra siempre lo estará: “uno se muere cuando lo olvidan”, decía él.


Si bien ésta es la entrega de un gran equipaje a una entidad que ha hecho parte de la historia, no sólo de una ciudad, una región y el mundo sino que, para mí es muy significativa ya que está ligada a la histoaria de mis familias por los dos lados: 

En la V Conferencia general de la Unesco donde se planteó a la necesidad de crear una Biblioteca Piloto en Latinoamérica y “teniendo en cuenta que, algunos países como Brasil, Cuba, Guatemala y Colombia, piden ser sede del proyecto, Colombia fue elegida como sede, asunto que no fue fácil para la UNESCO escoger el país para el proyecto.

La fundación de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina se acordó en París el 10 de noviembre de 1952 en documento firmado por el doctor José Manuel Mora Vásquez, delegado permanente del país ante la UNESCO, en representación del Gobierno de Colombia, y por el Director General de la UNESCO, doctor Jaime Torres Bodet. Ésta fue la segunda Biblioteca Pública Piloto surgida en el mundo después de la de la India.”

Mora Vásquez (uno de los Panidas, además), era el esposo de Jesusita Vallejo, tía de mi padre. Por otro lado, el encargado de todo lo relacionado con llevar el proyecto a cabo y que su sede fuera en Medellín fue de José Ramírez Johns, “Nenón”, como le decían cariñosamente en la familia, Presidente de la Sociedad de Mejoras Públicas y padre de la artista Dora Ramírez (también de centenario en 2023).

Como ya sabrán, este año está cumpliendo 70 años esta Biblioteca y debemos recordar la importancia que esto tiene. A Paula Rendón le debemos el trabajo realizado para la celebración de estos 70 años, que marcan una diferencia en la cultura local.

Hago la entrega de este bellísimo pero pesado equipaje que empecé a cargar como lo que sentía una misión de vida, pues sabía de una importancia que nuestra aún amnésica sociedad –digo “aún” pues guardo esperanza de que logremos recordar lo que han logrado construir esos personajes silenciosos –prácticamente olvidados– en nuestra frágil historia. Mi esperanza es que logremos saber esa historia para poder crear una nueva que sea la continuidad de lo bello que se ha alcanzado y no la conveniente, egocéntrica y cómoda amnesia que parece predominar en nuestra violenta cultura urgida de algo-así-como-héroes que le den continuidad a ese legado tan frágil como lo evidencian nuestros miedos.

Este evento ha sido a la vez fácil y extremadamente difcil. Fácil porque amo a esta entidad, amo a mi padre y a su fundamental legado que, hablando sólo de su obra escrita, como dijo el historiador Eduardo Domínguez, desde la obra de Mejía Vallejo puede estudiarse la historia de este país y región, desde lo precolombino hasta el siglo XX, claro, pre-consecuencias del narcotráfico.

Ha sido fácil, pues encontrarse con Manuel Mejía Vallejo es conmovedor, es un hermoso placer incómodo tantas veces: ese placer que da el despertar de la consciencia; fácil, porque, hablando de su gestión cultural, me encuentro con formas increíbles, bellísimas, auténticas y divertidas de apoyar la cultura, la primera Casa de la Cultura, innumerables publicaciones y eventos, el desfile En Busca Del Traje Perdido para reunir fondos para publicar con Papel Sobrante –invento suyo para publicar talentos– desde la Imprenta Departamental (tristemente desaparecida por egos políticos), entre tantas otras que me sueño recuperar para que no sigamos en la conveniente amnesia que da por sentado lo que existe, que nos dice erróneamente que acá no ha habido nada, que no ha pasado nada y que nos lleva a pensar equívocamente que las acciones nuevas que realizamos carecen de antecedentes, de acciones que nos llevan a estandarizar y a olvidar los nombres de quienes han trabajado en silencio por la cultura, esos seres a quienes les debemos la existencia de espacios como éste.

Manuel Mejía Vallejo fue un visionario, preocupado por el Medio Ambiente en una época en la que eso no se usaba en estas latitudes (ecocrítica, como me contó por primera vez Juan Esteban López, investigador incansable de mi padre y como bien puede hablar Eliana María Urrego, otra estudiosa de la obra de él, con una bellísima tesis sobre Balandú); preocupado por el empoderamiento de las mujeres, por asuntos de género –no sé si conscientemente o no– y con la rara identidad cultural nuestra; visionario hasta en predecir –acá una anécdota el Nobel de García Márquez –texto que existe en esta Biblioteca, en esta misma torre.

Fácil, pues es increíble ser tan afortunada de ser hija de un ser tan grande, y de familias que han ayudado a la transformación de esta cultura aportando valores más allá de el vil metal como le dijera Dora Ramírez al dinero, y del poder y las transformaciones a la fuerza –que terminan siendo invariablemente curitas para un cáncer, pues la descomposición social que crea la paz a la fuerza trae peores consecuencias que el primer mal.

La única manera de lograr una transformación es con la educación que debería tener como base fundamental la obra y acciones de personas que como ellos (incluyo ahí a Dora Ramírez, compañera, con tantos otros, y de quien es también el año entrante el centenario y por eso las imágenes proyectadas de su obra), personas que, como él, hablan de la cultura, lo fundamental para que ésta se convierta en algo armónico que nos recuerde quiénes somos, qué éramos y qué deberíamos transformar para lograr una mejor sociedad y cultura para que la armonía, más allá de la mencionada paz a fuerza, pueda hacer parte de lo que seremos.

Bien lo sugirió la agencia publicitaria El Grupo (antes Pérez y Villa) la firme agencia que nos ha acompañado en este tiempo:

MANUEL MEJÍA VALLEJO: MEMORIA Y FUTURO

Ha sido difícil pues me he encontrado con esa amnesia dolorosa que nos hace creer inmensos en nuestra real diminutez; difícil pues es el momento de entregar algo que me ha sido mi vida, pero es mi espíritu el de una artista y el mayor homenaje que puedo hacerle a mi padre (que estaría furioso si supiera que he evadido mis talentos por perpetuar su memoria) es dedicarme al desarrollo de mis talentos.

Difícil pues me encuentro con que este auditorio de la Torre de la Memoria olvidó a la persona que le daba su nombre Manuel Mejía Vallejo, que lo llevaba por haber llenado durante décadas sus espacios con el Taller de Escritores de los miércoles, y ahora es un nombre genérico. 

Esto lo digo no para culpabilizar a nadie ni buscar responsables, pues no creo que sea importante, pues no creo que haya sido deliberadamente buscado ese borrón, sino que es parte de la amnesia sistemática de la sociedad. 

Esta ya mencionada amnesia que hace que sea difícil la gestión de los 70 años, o que ahora no se pueda visitar en los fines de semana las bibliotecas y museos… en fin, el desconocimiento para la adecuada priorización de lo importante.

Nos falta tanto para crear una estructura que modifique esa amnesia y la transforme en memoria para lograr así el entendimiento de lo importante y bello y la única forma es uniéndonos.

Mi esperanza, al entregarle a esta institución donde reposa gran parte de la historia de la región, es que nos unamos como amigos, instituciones y empresas en la memoria del maestro, de lo que ésta representa y traer al presente lo que necesitamos para crear un mejor futuro, uno en el que, armónicamente, sepamos quiénes somos y que el legado de personas grandes nos lo recuerden.

Muchas gracias,



Maria José Mejía Echeverría

Medellín, 10 de Agosto, 2022


NOTAS AL PIE:

1. Nombrar este año 2023 del Centenario de Manuel Mejía Vallejo fue una propuesta de Álvaro Morales (abogado, Director del Museo Pedro Nel Gómez, entre otros)

2. Vale la pena añadir que luego de estas palabras el Director de la Biblioteca Pública Piloto se comprometió la reinstauración del nombre del Auditorio Manuel Mejía Vallejo al de la Torre de la Memoria.




PROGRAMA INICIAL DE ACTIVIDADES 

CENTENARIO MANUEL MEJÍA VALLEJO 

2023: "EL AÑO SEÑALADO” 





  • Simposio MMV - Asesor: Darío Henao, Universidad Del Valle (encargado del año Manuel Zapata Olivella)

  • Exposición itinerante - BPP

  • Vagón del Metro de Medellín dedicado a MMV

  • Feria del Libro de El Tesoro en homenaje a MMV

  • Apoyo de Agencia Publicidad El Grupo (antes Pérez y Villa)

  • Documental (noticia sobre avances en el momento apropiado) 

  • 50 Carpetas de artista producidas por Marca Zeta, para la financiación del documental y el centenario con 5 obras donación de los artistas: 

    • Luis Fernando Peláez

    • Hugo Zapata

    • Óscar Jaramillo

    • Félix Ángel

    • Antonio Samudio


  • Taller de escritores BPP - Jairo Morales

  • Conciertos:

    • Orquesta Filarmónica de Medellín

    • Concierto “Lo importante es la canción” Dora Luz Echeverría y Maria José Mejía

    • Belladonna Wild (mjm en homenaje a Manuel Mejía Vallejo y Dora Ramírez)

  • Productos y souvenirs Manuel Mejía Vallejo - Colectivo Las Divinas

  • Reedición de la obra con editorial grande (daremos la noticia en el momento de la firma del contrato que se está adelantando)

  • Reinstauración del nombre del Audiotorio de la Torre de la Memoria de la Biblioteca Pública Píloto su nombre: “Auditorio Manuel Mejía Vallejo - Director BPP: Ovidio González

  • Trébol Comunicaciónes (Paula Jaramillo habló en la reunión sobre avances en propuestas y otros)

  • MUNICIPIO DE JARDÍN - escribió por Facebook el 14 de agosto. Nos envió comunicación el lunes 22 de agosto por correo electrónico con las siguientes propuestas:

    • Lectura de sus obras en las Instituciones Educativas del Municipio de Jardín

    • Concursos de Cuentos y Poesías

    • Exposición de sus obras en la Casa de la Cultura

    • Homenaje Especial el día 23 de abril (día del idioma y fecha de su natalicio)

    • Otras actividades que estarán contando oportunamente

  • Centro de historia de Jericó

  • Grupo de teatro quiere montar una obra


  • Otras propuestas se darán a conocer en su respectivo momento


  • MEDIOS:

    • Periódico El Colombiano - Juan Luis Mejía (23 DE ABRIL, 2023)

    • Periódico El Tiempo - especial de doble página escrito por Maria José Mejía (10.000 caracteres - Contexto: FilBo - Feria del Libro de Bogotá 2023) y seguimiento al proceso desde ahora.

miércoles, agosto 03, 2022

A una semana de entregar mi pasado

 … y el desespero y la voluntad que requiere esto es demasiada.

A veces me parece que no voy a lograrlo.

Me parece que voy a convertirme en avestruz y a enterrar el cuello.

Me parece que, sencillamente, no voy a ser capaz,

Pero me obligo a hacerlo, me obligo a quedarme sentada frente a este computador mientras no sé exactamente cómo es que voy a manejar toda esta presión que siento por esta carga tan grande que entregaré y que sé que no estoy haciéndolo de la manera más ortodoxa… pero ¿cómo actuar de manera ortodoxa si yo no entiendo la realidad?

Necesito tanta energía para lograr ese día entregar esta inmensa carga…

Alea iacta est… recordarlo… alea iacta est.

miércoles, abril 21, 2021

EL OPTIMISMO QUEDÓ ATRÁS

Acabo de transcribir este texto perteneciente a un libro publicado por la Universidad Nacional de Colombia cuando le dieron el Doctorado Honoris Causa a mi padre, en 1985.

Lo transcribo con lágrimas en los ojos al ver, 41 años después, su vigencia:


EL OPTIMISMO QUEDÓ ATRÁS

Por: Manuel Mejía Vallejo

Malos comienzos estos de mil novecientos ochenta, el mismo que debía mostrar con esperanza a quienes todavía guardamos capacidad de espera. Como si fueran dirigidos por nosotros, el cielo y tierra se han convertido en enemigos peores. El invierno. Las grandes lluvias. Maremotos y terremotos en vísperas de la gran pavura. También el ánimo se derrumba, tiembla al desatarse fuerzas ocultas que bregan por doblegar al hombre, eterno pedigüeño de los dioses cuando los dioses han perdido su antiguo vigor.

Hace poco el drama de Sincelejo, las corralejas trágicas para trescientos muertos y mil heridos en un regreso, justificado ya, al rito cruel donde el hombre sublima su agresividad: sin la fiesta brava no puede vivir, lo asedian miles y miles de años de caverna y terror, el afán del goce, la aventura que ha de terminar con la muerte. La fiesta. Esa condición humana jamás podrá cambiarse por decreto.

Mal año, definitivamente, aunque tratan de mostrar rostros adustos e invisibles aquellos dioses que echaron a rodar los mundos, aprendices de brujos capaces de mostrar obras inconclusas, escondidos tras de las zarzas que arden en el alma del preguntador. Pero esos dioses aparecen en su caricatura de seres hechos a imagen y semejanza de nosotros, juncos movidos al viento según viejas civilizaciones precolombinas, juguetes de quienes nos hicieron para su ocio de eternidad o sus aburrimientos intemporales. “Somos como sillas en las que os asentáis, y somos como flauta vuestra”.

Miedos oceánicos, temblores de tierra, angustias para la mirada perdida… Y sobre ello la mueca de la guerra en los espacios que habita esta criatura, ignorante de si vale la pena existir donde todo conjura contra su existencia, empezando por ella misma. Hay un afán suicida en sus afanes, tal vez por ser la única sabedora de que morirá contra sus pasos perdidos. El futuro revierte sobre otro pasado borroso, donde aquellos pasos dejaron huella de sangre.

En este reducto donde vivo, a veces siento ganas de gritar. Aunque quieran pintarnos la esperanza, esa esperanza está signada por la conciencia de una derrota, trampas que pone el tiempo a la escasa visión de quienes mandan y abusan de su poder porque siempre el poder trae consigo el abuso, la demostración de que se es fuerte y por lo tanto debe doblegarse todo a su imperio.

El hombre es un ser débil, su complejo de inferioridad lo pone bravucón frente a lo que domina y no domina. Su sentimiento de culpa.

Nos debatimos en peleas parroquianas, el mundo se volvió parroquia llena de todo-lo-puedes con capacidad para crearse monstruos. La enajenación, la insensatez, la locura. Y profetas con otras Tablas de la Ley, que dictan así el mundo caiga al peso de sus botas h?erradas. ¿Qué hacemos los que aún creemos en posibles bondades? Pensar sigue siendo cosa de peligro.

La izquierda, la derecha… mi política ha incursionado al lado del corazón para fabricar una frase cursi, y ofuscan los que ante mis dudas reprochan búsquedas anteriores, quienes jamás se preguntaron porque heredaron la verdad y sabían dónde quedaba la meta. No sé si estoy de regreso, en todo caso aparte de quienes no abrieron los ojos a la verdad nueva de sus desafíos. Ellos sobre aguaron en superficies cómodas y aceptaron sin sufrir lo que algunos querían que creyeran: pelearon sin agonía, sin traspasar una fiebre sufriente y esperanzada.

Decir nombres y sitios sería reiteración, sitios y nombres que cambian a cada paso hasta pregonar el mismo arrastre y la misma caída. Ahora se llama Irán, se llama Afganistán, se llama Cambodia, se llama Vietnam, se llama África y Asia y América y Europa y Oceanía. Se llama el mundo este miedo absoluto de la razón. Se llama Colombia.

Bueno, queda la poesía, diríamos con sonrisa oblicua, ligeramente escéptica: poesía desgarrada, amor de refugio, voz de protesta, fuga o encuentro con lo que trata de impedir el surgimiento de la poesía. Queda la ternura: una ternura devastada porque la infancia que la inspira tampoco sabe dónde caerá. ¿Qué aguarda a estos niños de ojos abiertos a la claridad? Un fusil, y otro como ellos en el sitio a donde apunta la mira. ¿Qué ofrece el mundo de hoy? ¿Qué ofrecemos nosotros a quienes jamás solicitamos permiso para asomarlos a esta cosa injusta? ¿Qué capacidad de tender la mano? ¿Qué respuesta a estas preguntas, qué metas a su afán de no quedarse atrás? Cuando aparto en la frente el pelo de mis hijos, pienso que allí les caerá la bala o que de esa misma frente saldrá el Yo Acuso contra nosotros, irremediablemente culpables.

Duele saber cómo Pablo Mateo, que aún habla a sus juguetes y pregunta alegres preguntas sin contestación, será otro soldado que matará al hermano o sufrirá persecuciones o estará al arbitrio de jefes con poderío. Duele pensar que Maria José, desde sus dos años, caminará un camino que no será el de su bondad y llegará a donde sólo arriman los perseguidos. Duele sabernos tan ajenos a nuestro destino de criaturas sin perdón.

Y tendrán hambre y se refugiarán en cuevas y pelearán una pelea que les manda pelear quienes nacieron peleadores, ajenos al pulso que les va marcando un mundo cruel, donde serán fichas movidas por manos mecánicas hechas para matar y destruir las cosas levantadas por algunos seres que conservaría la historia, si la historia no estuviera al borde de su desaparición.

Quedaría el amor, tal vez, pero también el amor está condicionado al terror o al refugio de fiera perseguida. Nacimos en época ambigua aunque cada época es espejo de sus protagonistas. Seríamos entonces pregoneros y atestiguadores del caos en que nos regodeamos. Hoy el amor tiene fea mirada y se parece a un odio con cierta capacidad de olvido hacia el amor imposible. Hoy el amor es otra conveniencia, afán de posesión frente a un cuerpo tendido, trampa regodeadora que se destroza contra la pared que su mismo afán interpone. La sociedad de consumo, alborotamiento del sexo porque la valla de los tabúes fue derrumbada oportunamente. La traición deliberada, el empuje de goces no merecidos, sufrimiento en el gemido remedador de la muerte.

Quedaría el arte. Un arte chillón de mandaderos, un arte con autolimitaciones que desdice la posibilidad creadora. Un arte de políticos que no lo entienden y lo elogian sólo si coadyuvan, están en su derecho. Pero el artista y el escritor escuchan otros sonidos, ven lo que no puede ver la mirada interesada en ver únicamente lo que le interesa. El artista sigue siendo el desbocado por adelantarse a su época y no tener miedo al riesgo, a la audacia creadora de los que llaman iluminados.

Y la frivolidad. Vivimos un mundo al amaño de ideales que traza nuestra sociedad de consumo. Un mundo de sensualidad desbordada y alcohol, del mejor cigarrillo y el mejor whisky, del mejor vestido de baño y la mejor cerveza. Un mundo donde el niño pide lo que el comerciante le dicta y repite afirmaciones que su impulso da como irrefutables. Un mundo que nos hace pensar cómo nos asiste el derecho de seguir absolutamente solos.

Yo no sé, nunca he sabido ni lo supieron aquellos en quienes creí porque decían en buen idioma pequeñas verdades y pequeñas mentiras, alimento cotidiano con que nos alimentamos quienes somos irrevocablemente pasajeros. “La vida es una enfermedad mortal” predicó alguien en quien creímos cuando uno de nuestros héroes, Uribe Uribe, hombre decente y lleno de inteligencia por todos sus costados, fue sacrificado en las gradas del Capitolio. Quedábamos nosotros, rezagos de una presunta inmortalidad. Sólo ahora entendemos hasta qué punto la inmortalidad padece de cáncer y se irá con todo en arrasamiento sin misericordia.

Estuve en Rusia, y Rusia es un pueblo bueno. Estuve en Cuba, y Cuba es un pueblo bueno con habitantes parecidos a nosotros, que podríamos ser rusos o cubanos. Estuve en Estados Unidos, otro pueblo bueno lleno también de afanes y angustias y goces parecidos a los otros, porque nunca pasaremos de ser cosas respiradoras, absolutamente humanas. Y sin embargo la pelea continúa; oro, petróleo, sexo, tanques, fusiles, cohetes… ¿En qué creer cuando entendemos cómo los ídolos son de mal barro amasado por malos amasadores? En mi pequeño refugio de Ziruma, otro rincón de la tierra donde crecen árboles con permiso del aire; donde el viento quiere defender todavía su vocación de altura; donde yo mismo trato de levantar la mirada agachada por el peso de cada día, de las noticias en periódicos y televisores y chismes radiales; aquí, donde llega el grito de los desamparados, el golpe de los aporreados, el alarido de los sin nadie en derredor, el rastro de la tortura, la imposición de otra fe en quienes aún pensaban que el mundo terminaba con nuesta propia muerte. Pero todo muere, menos la capacidad de renacimiento que guarda la angustia, inherente como la voz o la mirada.

Yo no sé. “Entre los coros estelares / oigo algo mío disonar”. Siempre han disonado en el hombre las voces que lo alejan de su ritmo, si es que tiene ritmo y existen voces para el desamparo.. Se salvarán o se condenarán los que tienen la razón , los invencibles en su trampa de ganadores profesionales. Pero nosotros, ¿a dónde? Se perdió el paraíso definitivamente, sólo una hoja de parra llega a los ojos para ocultar la visión de un más allá de todas las cosas. Fe es creer en lo que no creemos, decía el simple de aldea, ojalá tuviéramos esa mínima fe del que no cree en lo que cree creer. La fe es también arrasamiento, piensan por nosotros y nos imponen otras verdades eternas de donde debemos mamar la verdad que nos nutra cotidianamente.

Quedaría el aislamiento, la ignorancia deliberada de lo que ocurre en un territorio que nunca puede ser ajeno. Pero esa ajenidad es otro estado del alma que pide peores respuestas en un mundo sin contestaciones. ¿Qué rincón resta para nosotros, interrogadores humildes? Un silencio renegador, una cabeza caída hacia el barro de donde provenimos, unos brazos abiertos a la inutilidad de todas las preguntas.

A veces tomo pedazos de arcilla y fabrico muñecos; a veces tomo una navaja y en mis manos cortadas tantas veces, y trato de infundir exclamaciones de amor y juego confundidos donde el el juego y el amor son broma de los dioses que ahora quieren animar un mundo sin ánima, mundo que en sí mismo no pasa de ser el ánima sola, errante en espacios sin viento, sin atmósfera para el respiro, sin aire para el eco desvaído de quien ya no quiere decir nada.

Y encima de todas esas ruinas una inmensa tristeza, frustración de un ser –el humano– que pudo haber hecho amable este vivir y convivir y creer; un ser humano que pudo estar al lado del rugido de la fiera sin que lo enfureciera sus colmillos; que pudo atestiguar el cauce de los ríos y el rumor de los bosques donde se miraban; que pudo decir una palabra de convivencia, amiga de las cosas y las criaturas: que pudo levantar su mano para la despedida o para el acto bautismal como si estrenara un techo menos enemigo. Pero el hombre se hizo enemigo del hombre y enemigo de sus propios alimentos; el hombre no quiso convivir con el árbol y la nube, con el viento y el silbo de los pájaros. El hombre disonó en un ámbito que debió ser su eco y su guarida. El hombre invocó la fuerza oculta de su poderío y exterminó fuerzas menos afanosas, las que dominan un aire más allá de su grito. El hombre se vino abajo, irremediablemente.

Yo estaré tranquilo porque dejaré el viejo vicio de respirar, otra irresponsabilidad del humano. Tampoco lo sé. Tal vez aún quede la palabra limpia, la que sigue diciendo una nueva creación, y bote su disfraz con que quieren cubrirla para decir, sencillamente: Señores mandones del mundo, ¡hijos de la gran puta!

Y buscar otra respiración.


1980



martes, abril 23, 2019

96 años cumpliría el padre hoy

Desde hace años un cumpleaños de mi padre no me daba duro.


*

Hoy empiezo el día con mi hermoso hijo y mi madre, desayunando y peinando a Lola.
Subo a mi cuarto, como de costumbre, pensando en hacerle una siestecita al desayuno, pues la salida de Matías es demasiado temprano.
No lo logro y, en cambio, empiezan estas lágrimas a salir con impulso y con la presión que siento cuando algo me colma el espíritu al nivel que ha llegado hoy la ausencia del padre.

Es tonto llorar cuando se supone que uno está acostumbrado a la ausencia.
Tal vez, nunca me he acostumbrado.

Salen a chorros estas lágrimas y sé que no voy a ahogarme, sólo debo dejarlas salir y ver cómo llenan mi cuarto con los ríos salados que salen de mí y veo cómo va subiendo el nivel que primero llena el piso, el guardaescobas, la cama, las sillas, las mesas, las ventanas…

Seguramente, lograré salir nadando de ésta como de otras tantas inundaciones.

¡Feliz cumpleaños, papá!

p.s. Las imágenes de los hermanos hoy en el chat de la familia:

*La de arriba:  de Vale... lo máximo: mi papá con sombrero de fiesta


de Mateo

 de Vale 

de Mateo






lunes, abril 06, 2015

sábado, febrero 21, 2015

Ahora que se está yendo mi abuelita…

¡Qué hijueputa soledad!
Ahora sí que me hace falta mi papá

Sin ellos dos, ¿esto qué… o como pa qué?
… sobre todo ¿cómo?

domingo, agosto 10, 2014

Asesinado el doctor Héctor Abad Gómez... (por Manuel Mejía Vallejo)

-->



El doctor Héctor Abad Gómez
ha muerto
Su familia invita a las exequias
que se celebrarán, hoy, a las 4 pm
en los Campos de Paz


Por Manuel Mejía Vallejo

Así rezará el cartel funerario, lo leeremos al lado de su cuerpo yacente, él, que siempre mantuvo una actitud erguida ante la vida, ante la autoridad cuando fue arbitraria, ante una sociedad indiferente y viciosa por no saber del mal ajeno, ante la injusticia y la crueldad de un mundo completamente desbordado (Héctor, hermano, estás definitivamente muerto, y todo en mí se rebela, y todo en mí grita que no puedo ver tu vida en fuga desde un país que ha perdido el respeto y la memoria.

Vos, mi camarada en tantas noches buenas, en las noches duras cuando creímos inocentemente que podríamos salvar a otros y salvarnos. Vos, Héctor, respiración tan junto al hombro, tan junto a la sangre, tan junto al pulso tranquilo o amargo de los días pero la literatura se va al diablo cuando miento tu nombre de hombre sano y bueno, vecino del caído, brazo abierto frente al desamparado, entero frente al universo y sus cosas Ahora estoy lleno de tus letras, y recupero mi derecho al llanto, a veces el llanto es necesario junto a la desolación.

Morir es ridículamente fácil, basta con dejar de respirar, o con olvidarse totalmente de los seres amados. Debería existir el derecho de escoger la hora de la muerte, o de envejecer serenamente junto a las tradiciones y costumbres auténticas La muerte ha caminado siempre cerca de nuestros pasos, y sería cobarde rehuirla cuando ataca las puertas que deberían guarecernos. Ahora yaces ahí, digno en tu muerte, cabal, señor, valeroso, tan dueño de tu bondad, tan completo en la ternura y el dolor y en la suave alegría de un simple cumpleaños, de un bautizo o un matrimonio, frente al paisaje de árboles altos, en los días azules para el regocijo.

Te recuerdo cuando en el Hospital de San Vicente, último año de tus estudios, tratabas de salvar una pobre mujer mal preñada, un herido de puñal o de vida, un desamparado merecedor de que los días lo quisieran, o por lo menos de que no lo ignoraran tan cruelmente. Te recuerdo cuando ibas en tus campañas a vacunar y proteger indios Guaíbos, katíos, huitotos y sibundoyes, y estabas contento por haber salvado unas vidas de esos nuestros hermanos del llano y de la selva. Te recuerdo en tu cátedra de medicina preventiva, en tus charlas sobre la dignidad del hombre y sus derechos. Te recuerdo cuando algunas noches hablábamos del amor y la piedad y la ternura y el olvido, frescos los corazones al viento de la patria. Te recuerdo con Cecilia en los momentos iniciales del amor y en el trajín de la vida, siempre a tu lado en la buena y en la mala; te recuerdo cuando hablabas de los hijos con  orgullo pausado, y cuando tus rodillas parecían conservar el peso suave de tus nietos.

Pero en este momento es verdad una verdad absurda: saber que Héctor Abad Gómez ha muerto, y que con él mueren algunos de nuestros propios años ¿ quién hablará como él de la paz y la concordia, quién dirá nuestros deterioros? Era una conciencia moral en este país cruel y desgarrado. Tal vez decir muerte equivalga a decir resurrección, y nuestra pequeña bondad creería inocentemente  en la bondad del mundo, como otro de los buenos engaños a que siempre nos han sometido. Tal vez tendríamos los brazos abiertos contra los fusiles, contra las bombas, contra el duro ejercicio del poder.  Tal vez.

Pero la tristeza - una palabra desacreditada- no podría decir ni la sombra de tu fuga, así estén húmedos los ojos y apretado el corazón. El llanto ya no lava nuestras culpas, ni el remordimiento ajeno devolverá los años del júbilo, cuando hablábamos de la esperanza y de los buenos días para el amor que irremediablemente debería llegar.

De pronto te convirtieron en una ficha más para esta lista negra de los bárbaros y los sombríos y los depravados, lista donde iban esos nombres  -Pedro Nel Valencia, Leonardo Betancur, Felipe Vélez Herrera- gente absolutamente irreemplazable y cuyo pecado único era creer en los seres humanos y tratar de buscarles un camino de libertad y serena confianza en la vida y en las cosas.

Ahora empezarás a poblar el recuerdo de quienes te tratamos y conocimos, ahora estás en el territorio oscuro de la muerte, a donde nuestro reclamo llegará, como otro olvido. Porque yo sé, Héctor hermano, que dentro de poco borrarán tus hermosos afanes: vivimos en un país que olvida sus mejores rostros, sus mejores impulsos, sus mejores guías, y la vida seguirá en su monotonía irremediable, de espaldas a los que nos dan razón de ser y de seguir viviendo. Yo sé que lamentarán la ausencia tuya, y un llanto de verdad humedecerá los ojos que te vieron y te conocieron. Después llegará ese tremendo borrón, porque somos tierra fácil para el olvido de lo que más queremos.

Te has ido definitivamente en un largo paseo al territorio de los sueños perdidos, donde ya ni las sombras tendrán su baja estatura. Te nos has ido sin aviso previo, no te lo perdonamos, no sé hasta qué medida debemos perdonar a los que te asesinaron. Únicamente estoy convencido de que en mi caserón de Ziruma habrá una flor permanente que recordará tu voz y tus canciones.

Ahora vendrán esas siempre vanas promesas de investigación exhaustivas; esas constancias de dolor colectivo que dejarán nuestras instituciones; esos lamentos más o menos protocolarios, como quien desganadamente se despide, y las placas conmemorativas, y los dolores sinceros ¿Dónde el ánimo de protesta verdadera y recuperación? ¿Dónde el doble de campanas que doblen por nosotros mismos? ¿Dónde los que permanecerán firmes como él? Porque siempre estuvo de frente y de pie, activo y vigilante, creedor de nuestro pueblo, sencillo y amoroso, altivo y humilde, dolor él mismo ante el dolor ajeno, luchador y esperanzado.

Yo sé, es cierto, que lamentarán tu ausencia, que dirán de tu presencia y tus bondades, que rezarán por tu descanso, que rescatarán tu nombre y pronunciarán discursos bien intencionados, pero nadie te resucitará, es un hecho atrozmente irrevocable. Yo sólo sé que ahora estoy llorando por tu ausencia injusta, Héctor Abad Gómez, por tu fuga irremediable, por lo que representabas en un mapa indiferente ante su propia sangre. Porque tu sangre ha manchado la reciente historia de un país que sigue siendo el nuestro y al que nadie podrá perdonar, así lo llevemos tan cerca del corazón Cómo nos duele Colombia, vulnerada y entrañable en esta hora de su via-crucis, que no pasa de ser una herida inmensa.

Hoy tengo temblor de rabia y angustia, cercano del arma que podría invitar a otra venganza porque estamos saturados, porque a la vida están convirtiéndola en el peor espanto. Pero sé, Héctor hermano, que también ese olvido llegará y será como un monstruo que todo lo arrasa y tampoco de tu nombre tendrán memoria. Yo sé que tu muerte será ligeramente inútil, y que tu heroísmo se agregará a todas las ausencias. Sé que los niños seguirán yendo a sus escuelas precarias, y los padres vigilarán los días del duro pan; sé que los ancianos seguirán añorando una tierra que debió haber sido la mejor, y sé que los himnos se repetirán en los labios insomnes. Sé que estamos escribiendo tu nombre en el viento.

Y seguiremos preguntándonos, como acaba de preguntar Adelaida, mi hija de cinco años: ”¿Por qué mataron al amigo de mi papá?”. Y la respuesta imposible: -”Hemos tocado fondo, niña pequeña”. Porque te has ido, amigo noble, y sin tu presencia serán oscuras las aulas y grises las calles y desamparado el paisaje que tanto querías. Porque a los campos de paz los han convertido en verdaderos campos de guerra.

Sin embargo sé también que a pesar de todo algún día la vida ganará y entonces recordaremos -recordarán los sobrevivientes- que eras un hombre de estatura excepcional, y alguien cantará una canción, o dirá un silencio en tu homenaje. Tal vez aún esté muy lejos el día de las semillas y las siembras, y más lejos todavía el buen tiempo  de cosechar.

Hoy, simplemente, los que te quisimos y admiramos venimos a despedirte
con pañuelos en las manos y en los ojos.