Pienso:
"Chica, esta sensibilidad extrema suya no aguanta; necesita estimular la divina indiferencia"
Miro el reloj y son las 22:23
Le agradezco a mi papá el darme la razón y mido cuatro dedos abajo de mis rodillas.
Siento el dolorcito, me calmo y respiro.
Sigo con esta cosa que se llama vida.