Mi hijo estaba en un local de un centro comercial. No se veía ya que estaba con un técnico pues estaban reparándole el celular. Le pregunté a la persona de la entrada que si estaba, me miró feo, miró de un lado a otro del local evidenciando la –falsa– estupidez mi pregunta, le pregunté que si había alguien arriba y volvió a mirarme como si hubiera preguntado una estupidez y me dijo que no. Le hice varias preguntas que respondió con desdén, casi pretendiendo que no tenía a nadie al frente.
Después –a punto de ir a buscarlo a otros locales– mi madre le preguntó por el nombre del técnico y dijo que sí; preguntó, entonces, por él y, efectivamente, estaba en el local. Logramos comunicarnos con Matías -¡por WhatsApp!
Dada la fastidiosísima actitud del hombre, a mí me cogió un ataque de risa y le dije:
"¡Qué elevado, parce!", también, sacándome la espinita del maltratito recibido.
Después Mati escribió regañándome:
"Ahora no todo es preguntando a otras personas. Me dices a mí y ya."
Y esto desató una discusión en la que Mati terminó dándome la razón, pero yo me llené de desconcierto e irritación.
Me sorprendió la naturalidad con la que Matías asumió que el vendedor/vigilante no supiera que él estaba adentro.
Antes de los celulares, la gente sabía quién estaba dónde… especialmente en un local comercial.
A mí me pareció triste, tristísimo y le escribí:
"Me impresiona el planteamiento de la inutilidad de la gente y un montón de cosas tenaces en cuanto a retrocesos en comunicación y observación que son muy tristes, Mati.
Son retrocesos en la evolución que se habían demorado miles de años y que desaparecen en una generación."
En fin, la humanidad embruteciéndose, perdiendo la habilidad de comunicarse gracias a la facilidad de la comunicación.
Nos estamos embobando.
#RetrocesosDelProgreso