Hay distintas versiones del asunto, pero siendo sintéticos, todo sucedió en La Palestina, una finca de mi tío en Támesis, donde pasamos muchas vacaciones felices cuando estábamos chiquitos. El evento por el que luego sería llamada Tyson Mejía tuvo lugar en la piscina de temperatura perfecta (casi digo más perfecta, pero eso le quitaría perfección), era ideal, pero real.
Mi hermano y unos amigos del colegio la cogieron contra las mujeres y yo, que aprendí a ser brava (porque era furiosa) de defenderme de mi hermano y de lo que fuera, me tiré a la piscina y mi gancho derecho cayó casualmente sobre el infortunado ojo de Pedro José Molina (que era como mi amor platónico). El hombre (adolescente en aquellos días) se fue al bordito de la piscina y repetía incansable: "Pablo, güevón, esto se está hinchando"
Al siguiente día de colegio, Pedro no fue y al otro llegó con gafas oscuras y sin querer confesar qué le había pasado. Cuando por fin contó (o contaron tantos testigos que había habido), recibí ese sobrenombre que no me dejaba caminar por las mangas del colegio sin que oyera el Tyson Mejía o alguna cosa...
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