Ya no grito tu nombre.
Tal vez mi silencio afónico renuncie.
Tal vez lo que pensé que sería eterno
pasó ya a la eternidad.
Mi eterno grito quedó en el aire,
mi silencio afónico pide ya miel.
No supe cómo llamarte,
tal vez mi silencioso grito te asustó,
tal vez nunca lo oíste.
Seguro nunca lo oíste...
No supe cómo llamarte.
Ahora llega esta miel a mí
y, con la mirada nostálgica
en lo que creí eterno y destino,
bebo ahora esta miel.
No sin tristeza,
No sin renuncia
-¿a qué si nunca existió
más que un silencioso grito?
me repito- me reclamo,
tomo esta miel que
cambia...
No sin temor
pasa por mi garganta
y la eternidad de este grito
se disuelve en miel.
-a quien siempre me vio bailar
y huyó de mi mirada.
Noviembre 17, 2006
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