Este manifiesto lo escribieron Mónica Naranjo y Jose Santamaría, ella artista (me encanta la obra de ella. Para los que no sepan quién es y sean de Medellín les queda fácil saber. Es la que hace el diseño gráfico del Parque Explora (por ahora, sobre el Explora, acá: es.wikipedia.org—Parque_Explora
Fuente: http://seriesmedia.org/manifiesto/
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MEMORIAL DE AGRAVIOS DEL ARTISTA LATINOAMERICANO
¿Arte latinoamericano? Muchos nos preguntamos que se quiere decir cuando se habla de eso; muchos no sabemos siquiera si al decirlo se están refiriendo a todo aquel artista nacido entre la baja california y los difíciles y poco explorados territorios patagónicos o si acaso, sólo se refieren a aquel reducido grupo de artistas populares y exitosos que se han ganado a pulso un lugar en el medio artístico mundial por sus poco logradas mixturas entre una corriente cualquiera y su folklore, entre el arte y la tradición. Es difícil ser un artista latinoamericano, no sabemos si lo entiendan, pero para que un artista latinoamericano pueda lograr algo valioso, o al menos mostrar su talento ante un vasto grupo de curadores cegatones, hay que remar mucho contra la corriente. ¿Y por qué pasa esto? No se sabe, tal vez es porque se espera que el artista latinoamericano sea un prostituto, que exhiba su arte al exterior, no con lo que él quiere mostrar, sino con lo que los otros quieren ver. Tal cual como la prostituta dice vender amor, pero en realidad sólo vende su ficción. ¿Y qué es lo que los otros quieren ver? No quieren ver la esencia del artista, que a la vez hablaría de su verdadera identidad latinoamericana, sino que quieren ver el cliché de lo que ellos se imaginan implica ser latinoamericano. De pronto algo exótico, algo caliente, algo miserable, algo colorido, algo exuberante. En resumidas cuentas, algo pobre pero alegre.
Lo más triste de esta situación es que el prostituto se vuelve dependiente a su negocio por lo que se crea un circuito de compraventa de arte y de exhibición, en el que se muestra al arte latinoamericano como si sólo tratara lo folclórico. Es más, se olvida al individuo creador, que termina sumándose a la innumerable cantidad de prostitutos que desde hace años vienen haciendo negocio, vendiendo esta ficticia y reducida versión de nuestra identidad por medio de, en la mayoría de los casos, un arte mediocre y sin sentido. Las temáticas artísticas se convierten entonces en una industria, en una masa de artistas que trabajan de igual manera, mostrando lo mismo, sin rasgos personales característicos, pero que están allí para suplir las necesidades de los espectadores que atienden a sus exposiciones para ver lo que quieren ver y que no quieren dejarse defraudar, porque lo demás no les sirve, porque para esta raza de curadores, la mayoría de las veces, lo que haces no es lo suficientemente latino. Es por eso que para los demás artistas latinoamericanos con otro tipo de propuestas, les resulta imposible entrar en este circuito y todo porque no se ciñen a las exigencias de sus proxenetas internacionales. Porque no quieren mostrar lo ya mostrado hasta el cansancio, porque quieren conservar esa utópica idea de que el arte no tiene fronteras, de que no importa si naciste en Beirut, Chinchiná o Beijing, tú sólo expresas lo que quieres expresar, lo que te nace expresar y no lo que tu región y el mundo exterior, por eso de la tradición, folklore, raíces o como quiera que se le llame, esperan que hagas.
¿Y cuáles son estas exigencias? ¿Qué significa el arte latinoamericano para los grandes centros mundiales del arte? ¿Qué es lo que esperan de éste? ¿Y por qué? No pretendemos dar una respuesta filosófico-sociológica a esta situación, pero hay situaciones reales que responden a estos interrogantes. El mundo tiene una visión de Latinoamérica como un lugar soleado, caluroso, de paisajes increíbles, étnico, fiestero, caótico, pobre, violento, crudo y algo torpe, pero tierno. Latinoamérica les da la posibilidad de escoger múltiples destinos turísticos para sus vacaciones; y múltiples actividades lícitas, e ilícitas, que disfrutar. Además, nuestra realidad social, les permite sentirse aliviados de que no viven allí y que no son así, además que les permite lograr cierto grado de altruismo al hacer donaciones y trabajos sociales,y que obviamente harán bajo sus propios términos, así sea algo que no queremos, como alguna vez lo fue la evangelización. Nada les dolería más, así no se atrevan a reconocerlo en público, que ver un artista tercermundista haciendo un arte que no se diferencie en nada a uno que pudiera hacer un artista de su país. Porque esa expectativa de ver algo que muestre el cliché latinoamericano es simplemente una mera curiosidad por lo nuestro, y también al mismo tiempo, una delimitación, una forma de establecer espacios, una forma de decirnos aquí estamos nosotros y allá ustedes. Y es por esta razón que no esperan, ni quieren, que nosotros mostremos que podemos hacer lo mismo que ellos, y tal vez mejor. Es simplemente un asunto de discriminación.
Los individuos creadores que presentan propuestas no impregnadas de ese sabor propio, de ese cliché folclórico pasan desapercibidos y su reacción a esta situación, suele ser una crónica desmotivación que reduce su capacidad creativa y productiva. ¿Y por qué? Porque en ese punto es que se presenta ese eterno dilema entre convertirse en un prostituto más, o serle fiel a su arte; si ser un artista folclórico pero reconocido o tener que soportar que su obra sea ignorada por todos, dentro y fuera del país, cosa que para los que lo hemos experimentado es bastante fuerte.
¿Pero por qué dentro? Porque el latinoamericano se discrimina a sí mismo. Y lo hace porque no se conoce, porque aún no sabe muy bien quién es y se mantiene en un vaivén entre tradiciones precolombinas e imposiciones de nuestros colonizadores. No sabe qué le es más importante, no sabe qué quiere más, está confundido, perdido, y vende lo que puede, cuando puede y como puede. Y por eso hoy se vende el cliché, la mezcla mestiza, porque al fin y al cabo es el postmodernismo. Nos vanagloriamos de ser diversos, de tener todas las razas, todas las culturas. ¿Pero si las tenemos todas, entonces porqué sólo se demanda y se acepta un solo tipo de arte? Por sólo mencionar este ejemplo: ¿Porqué Latinoamérica no explota todo ese potencial de diversidad para generar algo nuevo, en vez de limitarse a hacer lo que nos piden? ¿Hasta cuando “latinos”? ¿Es de verdad necesario seguir prostituyendo nuestro arte en vez de crear? porque en realidad, crear sería algo que podríamos hacer sin obstáculos, porque la inspiración nos fluye de cada árbol, de cada persona que nos encontramos en nuestro camino, porque realmente somos diversos y realmente lo tenemos todo.
Nuestros gobiernos trabajan arduamente en continuar nuestro proceso de construcción de identidad, tan tropezado y golpeado, pero no se dan cuenta de que el apoyo que ofrecen a las iniciativas culturales que aportan a éste, es limitado y de estrecha visión. Discriminan, con los mismos parámetros extranjeros, las propuestas artísticas sin cliché. El efecto de la labor estatal en este sentido es a veces incluso destructivo, de efecto inverso. A veces quieren promover pero terminan generando la repulsión del público, porque se concentran siempre en lo mismo, trillan los mismos motivos, sin ampliar esa visión de identidad, que hoy en día tiene necesidad de crecer, de expandirse, a medida que el mundo se vuelve más pequeño, más accesible.
En conclusión, lo que se necesita es un apoyo general a las propuestas artísticas, que no se reduzcan a mostrar de Latinoamérica lo que todos ya conocen y quieren ver. Somos mucho más que eso y nuestro arte, el aún no visto, lo muestra. El público en general debe desarrollar no sólo el interés, sino la capacidad de juzgar el arte, para ver que no sólo nos describe lo que se considera “típico”, sino que nuestra diversidad es mucho más vasta y necesita más apoyo. Y ese apoyo también debe venir de las instituciones estatales, porque todo lo que se hace acá es parte de la identidad latina, que se nutre, de un pasado y de un presente, pero también de un futuro. Y ese futuro, en el que nadie quiere pensar por el momento, por vender el presente que está tan de moda (y que está tan ligado al turismo y por ende al dinero), es justamente el que nos puede garantizar que nos movamos hacia algo, que salgamos del estancamiento en el que estamos sumidos. El arte es visión, el arte es vanguardia y es necesario que se le vuelvan a abrir las puertas para expresarse libremente y no obligarlo a prostituirse más.