jueves, mayo 29, 2014

Milito al lado de mi país… Manuel Mejía Vallejo

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Orden del Congreso de la República de Colombia a Manuel Mejía Vallejo
MILITO AL LADO DE MI PAÍS
El Colombiano
Martes 11 de noviembre, 1997
Cultural 5C

En los momentos más lúcidos, como en las horas más difíciles, el escritor antioqueño siempre está con Colombia. Lo dijo al recibir el viernes la Orden del Congreso. Sus palabras fueron leídas por Jaime Jaramillo Panesso. He aquí el texto, con entretítulos nuestros.

Recibo con profundo agradecimiento esta condecoración, en momentos que exigen una seria reflexión entre los colombianos, y en particular entre los intelectuales y hombres de letras que a veces parecen perdidos o distantes, salvo excepciones, de los grandes problemas de la nación.
Una condecoración, que invoca para su imposición la democracia participativa y la construcción de la ley, debe, en primer lugar, dirigirse a ella. Nuestra democracia es una construcción particular, como lo ha sido en otros países del mundo que escogieron, desde hace muchos años, este camino. Para que una democracia funcione se requiere, ante todo, de ciudadanos convencidos de su papel dentro del Estado. Colombia tiene muchos habitantes, treinta y siete millones, pero pocos ciudadanos y ciudadanas. La ciudadanía no nace a los diez y ocho años en cada colombiano, sino que se forma desde la crisálida de la niñez, hasta el ejercicio participación total, con responsabilidad, en la adultez. Es un asunto de educación, y es un asunto de satisfacción con la forma y nivel de la vida de la nación. Contra el ejercicio ciudadano conspiran, no sólo las tentaciones resentidas de la izquierda totalitaria, sino el ejercicio autoritario de quienes ejercen el poder. La Constitución de 1991 abrió importantes puertas a una mayor democracia y a la reconstrucción de un Estado más fraternal y amable. Pero necesitamos incluir a los disidentes que recurren al fuego de las armas, y requerimos una sociedad con mayor equidad, la cual no se logra sin una profunda reforma de la propiedad agraria y sin una aplicación equilibrada de los presupuestos de Estado. Para ambos casos necesitamos la paz.

RECONCILIACIÓN
No está lejos el momento para iniciar este proceso de reconciliación en el cual los intelectuales y los hombres y mujeres de la cultura no pueden estar a la expectativa, sino producir hechos, y compromisos para que la democracia se consolide. Yo sé que existen proclividades sentimentales y miedos. Pero el momento no admite una espera contemporizadora.
De otro lado, las fuerzas políticas que agrupan con distintas opiniones, a la gran mayoría del pueblo, tienen que reflexionar y corregir rumbos internos. Para que la paz sea producto del más amplio consenso, los partidos, fracciones y sus movimientos deben tener un entendimiento mínimo nacional sobre una plataforma que nos permita sobrevivir como nación. De lo contrario las fuerzas disolventes de todo tipo de delincuencia, las presiones extranjeras de orden político y económico, presiones que van desde los vecinos fronterizos  hasta las potencias y las organizaciones internacionales, nos pueden llevar al colapso y al fraccionamiento.
Invoco como escritor el poder traumatúrgico de la palabra para que sirva no sólo al diálogo, a la tolerancia y la paz, sino como instrumento de la nación para dar el salto que supere nuestras divisiones internas y el apocamiento de la academia, las artes y las ciencias, en este obligatorio renacimiento del alma y la inteligencia de la patria.
Como bien lo saben ustedes los aquí presentes, tengo especial predilección por Antioquia, esa que discurre en mis obras y en mis sueños. La palpo con la yema de mis pensamientos y pasiones, y la encuentro vigorosa. Pero Antioquia necesita cohesionar sus gentes para un proyecto de desarrollo sostenible y descentralizado que incorpore a sus más lejanos municipios para que el Valle del Aburrá, y su capital departamental, no se conviertan en un monstruo macrocefálico que agote a la provincia, exprima a los habitantes más lejanos y marchite la vida económica de la comarca.

A MIS AMIGOS
Antioquia nunca ha dejado su liderazgo en muchos aspectos de la vida nacional. Pero si no reconstruimos un equipo dirigente integrado, en donde empresarios, líderes comunitarios y sociales, académicos, intelectuales, políticos y periodistas señalen de manera mancomunada, los planes y los objetivos de una sociedad moderna y revisada, Antioquia llorará sobre su pobre negación y estancamiento. Entonces el ron de mis amores dejará de ser el símbolo, y el bambuco rodará sobre las piedras sin que arriero alguno recoja sus sentidas melodías, ni habrá mula de cuatro patas que lo acompañe en las lomas de la historia.
Guardo las fundadas esperanzas de que la democracia colombiana sea mucho más que una condecoración. Que, además, sea defendida por la gran mayoría de nuestros ciudadanos, porque hace parte de la cotidianidad y de la convivencia. Llamo a mis amigos de la cultura y de las letras para que, sin abandonar su independencia de criterios, se expresen colectivamente frente a las circunstancias asumiendo el reto de ayudarle al porvenir de la nación de manera propositiva, rescatando para todos los colombianos el sentido de lo político, valga decir, de lo público, como objeto de la ciudadanía toda, sin distingos de ninguna clase, para que cierre el foso de los que presuntamente piensan y de los que presuntamente administran en nombre de todos.
Recibo la Orden del Congreso de Colombia como un reconocimiento al ciudadano y como un estímulo al escritor. Tengan la seguridad, Señores Congresistas y oferentes, que milito al lado de mi país en sus momentos más lúcidos y en las horas más difíciles. Gracias por inscribir mi nombre al lado del Estado de Derecho.

Manuel Mejía Vallejo
Noviembre de 1997